¿Qué hacían dos niños de grado décimo con un imán en medio de una huerta? Pronto, los comentarios de los visitantes del ministerio de Educación y la secretaría departamental del ramo le dieron paso al interés y la curiosidad, con la exhibición de los estudiantes que les explicaban el uso del electromagnetismo para erradicar plagas y enfermedades de las hortalizas. “En mi finca tenemos nuestro proyecto de electromagnetismo, con un cultivo experimental –en el que se aplica el método- y otro cultivo testigo, para comparar los resultados a los 4 o 5 meses; medimos el capacho verde, capacho seco, tamaño del grano, peso de la tusa… los resultados nos muestran que sí funciona”. 

La exhibición no hacía parte de una feria de la ciencia ordinaria. Surge del día a día de los alumnos de la Institución Educativa ‘Naranjal’, en Quimbaya, que recibió a los rectores de otros establecimientos para intercambiar experiencias innovadoras. Como lo revela el rector del colegio, Gerardo Burgos Camelo, “la huerta es un elemento esencial en un territorio rural como este, y acá es donde nacen los conocimientos de los nuevos agricultores, que son los niños”. 

El encargado de la asignatura, el docente Isnardo Antonio Rivera Rivera, explicó que luego de ofrecerles su participación en los proyectos, los alumnos de grado 8 que se interesen en participar inician su recorrido planteando la idea: “en 9 hacen la propuesta, en 10 empiezan la investigación y en 11 la culminan. Estos proyectos tienen la finalidad de explorar nuevas técnicas limpias para la agricultura, con hongos, microrganismos, conservación de suelos y de arvenses o con imanes, por ejemplo, con los que controlamos las enfermedades sin usar agroquímicos, que además de contaminar las aguas y los suelos, están tan costosos”. 

Antes de que el alumno de 10, Juan Guillermo Díaz Salazar, ilustrara el experimento de electromagnetismo, pasaron al frente Juan Felipe Marín Reyes y Juan Manuel Bedoya Márquez, de grado 8, que describieron la elaboración de un abono hecho con arroz y aguapanela. A Díaz Salazar entre tanto, lo sucedió, acto seguido y con aplausos incluidos, su compañero Diego Alejandro Flórez Serna, que se refirió al control de arvenses que lleva a cabo con modelos estadísticos. Y mientras el primero confesó que quiere continuar con su proyecto cuando se gradúe, el segundo reconoció que el manejo de las matemáticas lo ha enfocado a buscar una carrera en la programación.

Los visitantes dejaron al profesor y sus alumnos para que siguieran con sus labores. Pero en el aire diáfano de la vereda y en la mente de quienes asistieron a la exposición, quedó un mensaje claro: el Quindío ha empezado a invertir su modelo de educación, logrando que el conocimiento salga de la experimentación y no de las clases magistrales impartidas en un tablero ajeno a las realidades de su contexto.

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